El objetivo de este trabajo es examinar el comportamiento de un país que impone un estándar mínimo de calidad (EMC) a un bien que producido tanto por una firma doméstica como por un competidor extranjero, el que también abastece su propio mercado. El artículo supone que los costos de producción aumentan con el estándar de calidad requerido y que una firma está imposibilitada de producir más de una calidad del bien. Por lo tanto, cuando el gobierno local aumenta el EMC por sobre los niveles internacionales, el productor debe elegir entre sacrificar las exportaciones o elevar los costos de toda su producción. Demostramos que si el tamaño relativo del mercado excede un valor umbral, la firma doméstica prefiere introducir el menor EMC que excluye a la firma extranjera. De lo contrario, la firma doméstica desea que no haya EMC. Si no existe una externalidad proveniente de la calidad del bien, el planificador social doméstico se comporta como la firma doméstica, aunque su umbral de exclusión es menor restrictivo que el de ésta. Los resultados cambian si el consumo del bien produce una externalidad que depende de la calidad: el planificador podría elegir un EMC que no excluya a la firma extranjera, el cual puede ser mayor o menor que el deseado por la firma doméstica. Adicionalmente, proponemos definir un EMC como proteccionista cuando éste excede el que le país impondría si ambas firmas fueran domésticas. Bajo esta definición, el planificador siempre elige ser proteccionista cuando existe una externalidad.
Publicado en: Las Nuevas Caras del Proteccionismo, R. Fischer (ed.), Santiago, Dolmen-CEA